Las diferencias naturales entre hombres y mujeres son evidentes e innegables. Pero a pesar de esas diferencias entre ambos géneros, no podemos hablar de la superioridad de uno sobre otro.
De la misma forma en que se ha establecido un fuerte y un débil entre hombres y mujeres también se ha logrado marcar diferencias sociales entre personas, por su color de piel (blanco o negro) estatus social (pobre o rico) o hasta por su religión. Al establecer la superioridad sobre otros se busca hacer individuos más vulnerables para despojarlos de sus derechos .
La discriminación no se limita solo a la deshumanización por el color de piel, género o nacer con capacidades especiales. La segregación está presente en la vida de casi todos los grupos minoritarios dentro de una sociedad, sobre todo en aquellos con menos recursos para “ganar su respeto”.
Las diferencias entre individuos sí existen, en el caso de hombres y mujeres está demostrado que son necesarias porque ayudan complementarse entre sí, lo que hace que ningún género pueda vivir de espaldas al otro. Aun así, lo que en realidad separa a los individuos no son las diferencias sino los PREJUICIOS.
El sesgo priva de sus derechos a las minorías vulnerables
El modelo social que pone a unos arriba y otros abajo lo único que ha conseguido es dividir al mundo, causando la dicha de los de arriba a causa de la desgracia de los menos favorecidos. Todo basado en prejuicios creados en la cabeza de quienes han tenido la oportunidad de dirigir a la humanidad en distintas épocas y lugares.
Es paradójico hablar de grupos más o menos favorecidos, cuando la humanidad ha avanzado tanto en otros aspectos de menor relevancia para la vida como la tecnología. Sin embargo, es una realidad presente en todas las esferas de la vida, sobre todo cuando se trata de igualdad de derechos. Asuntos tan básicos como el derecho a la vida, la salud, nacionalidad, la educación o la alimentación hoy en día se ven afectados por agendas políticas.
Si bien es cierto que no hay una línea física separando a ciertos grupos, las estadísticas nos sirven como referente para evidenciar las desigualdades y como estas impactan a los individuos según sus características. Tenemos como claro ejemplo el caso de los feminicidios, lo que nos demuestra que hombres y mujeres no viven bajo las mismas condiciones de igualdad y derechos.
Ojalá generaciones no muy lejanas puedan disfrutar de una sociedad más justa. Una sociedad en que los individuos no necesiten anular sus diferencias sino aprender a convivir con ellas. La sociedad más justa debe garantizar desde su nacimiento, a todos los seres humanos, el derecho a elegir libremente sus preferencias y recibir las mismas oportunidades de desarrollarse sin ser menospreciado por ello.
El reto está en aceptar y entender la diversidad en su más amplio sentido. Solo así será posible eliminar las creencias de que algunas clases, razas, religiones u opiniones son superiores a las demás.
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